Convención Internacional Nueva Orleans 1977

CONVENCIÓN INTERNACIONAL DE NUEVA ORLEANS (Luisiana)

Banderín de la colección del PDG José María Sagone, lo que me confirma que él asistió, además figura su asistencia en su díptico de presentación como candidato a Gobernador.

DE RODRIGUEZ EN LA CONVENCION DE NUEVA ORLEANS
Los días 14 días americanos de los Leones Españoles
Por ANTONIO BUENO MUÑOZ

MOTIVACION

La razón de esta crónica se cifra en la petición que, al regreso del viaje cuando nos despedíamos en el aeropuerto de Barajas, estación término de este inolvidable recorrido intercontinental, me hiciera nuestro Gobernador José María Sagone. Me rogó que fueran impresiones personales y para disculpar su insistencia aludía a la generosidad de mi apellido.

Tiene muy merecido que le complazca, pero es que además sabe pedir las cosas con una humildad tan afectuosa que no hay quien se resista. Con lo inesperado de la demanda mis lectores van a salir ganando, pués al no haber tomado nota alguna a lo largo del viaje, se va a conseguir que lo perdido en documentación se gane en espontaneidad, contándolo así de rápido, circuns¬tancia ésta que ojalá vaya en favor de mi anhelo por ese ameno leer hacia el que, en calidad de honorario cronista, enderezo estas líneas. Si escribir es describir, voy a comenzar a hacerlo ahora mismo, antes que todo se me haga nostalgia, o sea desde la serenidad misma del recuerdo.

ANIMO DISPUESTO

La expedición leonística española, compuesta por veintiuna persona, está ya alineada en las pistas de Barajas, gozando del luminoso mediodía de finales de junio, de cara al Boeing 707 de la Pan América, que a todos impresiona, aunque haya algunos que lo disimulen mejor que otros.

El júbilo se ha generalizado ante lá realidad del inicio de dos semanas en rutas viajeras: Puerto Rico, Caracas, Guatemala, Orlando, Nueva Orleans y otra vez Puerto Rico. Siete vuelos, catorce días en América y casi día y medio en el aire lo que no es grano de anís, por muy entrenado que se esté y muy millonario de kilómetros que se sienta el que más y el que menos.

Confieso ser un convencionista veterano, pués ésta es la quinta internacio¬nal que hago, y como dicen que no hay quinto malo, tal adagio sirve de argumento válido para acrecentar la moral. Y además esta vez voy de Rodríguez, lo que si bien proporciona la ventaja de poder admirar con menos discreción a las guapas, en cambio tiene uno que dormir en solitario y hacer demasiadas veces las maletas, lo que para mí es casi un tormento.

PUERTO RICO A LA VISTA

Tras las naturales impaciencias, el gigantesco pájaro se ha elevado majes¬tuosamente. Casi ocho horas de magnífico vuelo fueron precisas para avistar la isla de Puerto Rico, la más oriental y la más pequeña de las Grandes Antillas. Era la tarde del día 24, festividad de San Juan, cuando tomamos tierra en el aeropuerto de la propia capital de San Juan, que celebraba gozosamente su día, pués sabido es que en esta isla la inmensa mayoría de su población es católica.

Puerto Rico fue esta vez para nosotros solamente tránsito entre dos aviones, pués dos horas después emprenderíamos la salida para Caracas. Desde el aire la costa tiene reflejos de amarantos en este primer atardecer americano de nuestro viaje. Fue precisamente la fisonomía de los poblados de Maracaibo, construidos en lugares que durante la pleamar invaden las aguas, lo que produjo el recuerdo de Venecia, en algunos marineros de aquella expedición española que mandara Alonso de Ojeda (1.499), de donde procede el nombre de Venezuela, diminutivo de Venecia.

En la mañana del día siguiente se efectuó el grato recorrido en autobús y visita a Caracas, tanto a su centro como a los aledaños, cuyas amplitudes y cuidadas instalaciones nos sorprendieron muy favorablemente. Su tremenda orografía hace pensar en los sufrimientos de los conquistadores españoles, al mando de Diego de Losada (1.567) para llegar a estas zonas, en lucha incesante con los indios que mandaba Guaicapuro, tan conocedor del terreno.

Resultó impresionante la subida en funicular al Monte del Avila desde el que se divisa la ciudad a un lado y el mar a otro, a una altura de tres mil metros.

BOLIVAR POR TODAS PARTES

El recuerdo de Simón Bolívar, el Libertador, es aquí de permanencia obsesiva. Infinidad de cosas llevar su nombre: el Museo, el pico más alto, la Avenida central, las monedas y billetes, el depósito de minerales, el monu¬mento a los Próceres, etc.

Caracas, capital federal de la República, ha experimentado en muy poco tiempo una gran transformación. El descubrimiento del petróleo a principios de siglo hizo cambiar el modo de vida de los venezolanos, que han sabido aprovechar la coyuntura para realizar obras públicas y mejorar el país, cuya renta per cápita es la más alta de toda la América del Sur, si bien persiste el contraste de las villas latas junto a lujosos chalets.

El Centro Simón Bolívar, con las dos grandes Torres del Silencio, está situado en uno de los extremos de la gran Avenida Bolívar, donde tienen sus dependencias los ministerios y organismos gubernamentales.

Pasamos ante el Palacio de Miraflores, sede del presidente de la República, que en el sistema representativo venezolano es el jefe del Estado y cabeza del Ejecutivo. También estuvimos, cómo no, en la típica casa colonial donde naciera en 1.733 Simón Bolívar. Tiene un patio que recuerda por entero la arquitectura andaluza. En sus habitaciones hay expuesta una colección de obras del pintor Tito Salas, cuyos cuadros, reflejan la vida colonial y las más importantes batallas de la Independencia, en las que aparecen aquellos compatriotas nuestros pasándolas moradas, como os podéis imaginar.

Igualmente admiramos el grandioso monumento de los Próceres, formado por dos grandes prismas rectangulares, con los que el pueblo venezolano honra a los héroes de la Independencia evocan la historia de sus hazañas y las listas de personajes y acontecimientos que, naturalmente, preside un Bolívar gigantesco, el de las cinco banderas: la democracia, la libertad, la ética, el respeto al derecho humano, la equidad y la comprensión.

Tras la visita a la Catedral, la guía nos anuncia que al día siguiente hay madrugón para alcanzar el vuelo de Guatemala, que sale a las siete de la mañana. Con esta obligada servidumbre del horario viajero, me veo obligado a decir adiós definitivamente a mi ilusión de visitar la isla Margarita, tan turística y famosa por la pesca de perlas.

PRESENCIA DE GUATEMALA

El vuelo mañanero efectuado sobre la América Central resultó espléndido. Antes del mediodía ya sobrevolábamos Guatemala, que aparecía a nuestra vista extendida en una altiplanicie circundada de verdes colinas. La ciudad se mostraba pués, como reza en su brillante himno: «Recostaba en el Ande soberbio, entre dos mares, con el bello quetzal (avel indiana) que adorna su escudo».

Durante el traslado del aeropuerto al Hotel Sheraton, el joven guía que se puso al frente de la expedición nos fue explicando cómo Guatemala, se había construido tres veces, y en distintos sitios, debido a inundaciones y terremo¬tos. La primera ciudad fue fundada en 1.571 por Pedro de Alvarado, en las márgenes del río Pensativo, al pie del volcán del Agua, que fue el que produjo precisamente la inundación debida al diluvio procedente de su cráter. La llamada Guatemma Antigua, anterior a la actual, floreció a mediados del siglo XVIII y mantiene todo el corte clásico de un pueblo andaluz, con sus calles empedradas, sus típicos patios, ventanas de forjadas rejas, iglesias encaladas y el porte de sus palacios que recuerdan el fasto de los virreyes españoles. Fue destruida por el terremoto de 1.917 y reconstruida con casas de una sola planta.

En nuestro recorrido por Guatemala, en la que se dejaba sentir con intensidad la cálida brisa tropical, visitamos el Palacio presidencial y la Universidad, así como el parque y los jardines de la plaza de la Concordia, palacio de Correos, Museo nacional, estatua de Colón, y la infinidad de magníficos chalets de los más variados estilos construidos en las afueras de la población. Por todas partes persisten las huellas del reciente terremoto, visible en los edificios de esta agradable ciudad centroamericana, capital de la República y del departamento de su nombre.

Buscándole otros ángulos al comentario diré que durante el viaje alguien a quien no hacía «tilín» que me adelantara, por impaciencia en alguna cola, de las continuas que había que aguantar -lo que justifico por ir solo mientras los demás habían de hacerlo emparejados por imperativos nupciales-- produ¬jo que me llamara amistosamente «colón» lo que en aquellas latitudes recordando al «bueno» del almirante don Cristóbal a nadie sonaba demasiado mal, dicho sea sin ninguna presencia de guasa andaluza.

Informativamente hablando explicaré que nos cogió en la misma ciudad guatemalteca las explosivas declaraciones de su gobierno contra Inglaterra, pués sabido es que últimamente se ha agudizado la vieja cuestión sobre Honduras británicas, que Guatemala reivindica como una de sus provincias con el conocido nombre de Belize. Y es que desgraciadamente los proble¬mas en estos días agitados y confusos, están extendidos por todas partes.

Y vaya para final del condensado comentario sobre este país un recuerdo gratísimo, cual es el que dedico al gran escritor guatemalteco Miguel Angel Asturias, premio Nobel de Literatura 1.967 a quien tuve la ocasión gustosa de tratar personalmente en Madrid, hace unos años.

NUEVA ORLEANS Y LA 60 CONVENCION INTERNACIONAL

Al día siguiente nos aprestamos al tercer vuelo, en ruta directa de la América Central a Nueva Orleans, perteneciente al estado de Luisiana y sede de la Convención Internacional del presente año. Tras sobrevolar el conflicti¬vo territorio de Belice, pronto percibimos que lo hacemos sobre Norteamérica extensiones ilimitadas, territorios de riquezas potenciales y de gran fertilidad que cubren extensas regiones con subsuelo pródigo en minerales.

Se marca resplandeciente la raya gruesa del caudaloso Mississipi, que al llegar a la alegre Nueva Orleans, ya próximo al mar, discurre lentamente en su lecho surcado por innumerables embarcaciones.

Alojamiento en el céntrico y confortable Marriot. La primera impresión de la ciudad es muy atractiva. A lo largo del Canal Street, en el Vieux Carré, el barrio latino muestra su influencia francesa, que se aprecia en infinidad de detalles, tales como lo nombres de las calles, el estilo de sus monumentos, su arquitectura, etc. Nuestras visitas a los establecimientos de antigüedades resultaron defraudantes, pués para traerse cualquier cosa hubiera sido preci¬so dejarse allí un ojo de la cara.

Tras inscribirnos en la Convención y retirar los documentos y programas correspondientes, asistimos por la noche, especialmente invitados por los leones de Puerto Rico, a una brillante recepción que ellos habían organizado en el hotel Bourbon. La embajada española en pleno tuvo ocasión de compartir momentos dichosos en aquella fiesta de memorable hospitalidad puertorriqueña, en la que conocimos a Ricardo Lugo, cuya candidatura para director internacional presentaba aquel Distrito. Se terminó brindando por un triunfo que dos días más tarde tuvo confirmación plena.

En este trabajo de exaltación leonística es naturalmente obligada una completa nota informativa sobre la Convención Internacional de Nueva Orleans, que hace ya la sesenta, lo que demuestra la mayoría de edad de nuestro Movimiento de Servicio que, con su millón trescientos mil socios, constituye, lo que proclamamos con ufanía, la asociación más importante del mundo.

El total de las inscripciones a la Convención ha excedido a las 42.000. Si bien la presencia española estuvo limitada a una veintena, en cambio puedo asegurar, con la mano sobre el corazón, que produjo tanto ruido como la más numerosa.

Merece destacarse, por memorable, la Gran Parada internacional, con su inenarrable desfile por las amplias avenidas del centro de Nueva Orleans. La delegación española, formada por las damas ataviadas con la clásica mantilla y nosotros con el sombrero redondo y la bandera al frente fue cariñosamente acogida con fortísimos aplausos y emocionales vítores a la Madre Patria y al Rey Juan Carlos, cuya personalidad tanto se había acrecentado tras su viaje a los Estados Unidos.

En la apertura oficial, destacó por sus propios méritos el discurso del presidente saliente Fernando Sobral, quien en su extenso parlamento presen¬tó el actual momento leonístico, poniendo al día el auge y el espíritu de extensión en todos los distritos mundiales, a la vez que destacando el impulso de las obras serviciales logradas con tanto entusiasmo y dedicación. De cara al futuro lucieron las organizaciones de Seminarios para dirigentes, foros para Leos, Damas, Ciegos y Relaciones internacionales, así como las votaciones perfectamente organizadas para Vicepresidente tercero y Directo¬res internacionales.

Brillantísima resultó la proclamación del nuevo presidente internacional Joseph M. McLoughlin, y su acertado discurso, tanto por contenido como por sencillez de expresión, que vino a culminar en el fervoroso mensaje, lleno de ilusión y cordura, demostrativo de su gran preparación, tan excelentemen¬te dispuesta para el máximo cargo leonístico que en buena hora va a comenzar a regir.

Y en el regusto de la disertación, pensamos en el largo trecho de sesenta años que media entre la tertulia en Chicago de Melvin Jones al presente de nuestra acendrada filosofía humanística en amplitud de servicio a toda clase de desvanecimientos universales.

He dejado intencionadamente para el final una nota lamentada por los españoles. Se produjo en el acto de la presentación de las banderas, al ver aparecer la de Gibraltar, donde últimamente se ha fundado un Club de Leones. Fue en efecto, una contrariedad, más que nada por lo inesperado, acentuada quizás con excesivo rigor por algunos, si bien nuestro Gobernador que se quedó un día más en Nueva Orleans, pudo palpar en principio la idea de que a nivel de Junta Internacional no se toman estrictamente los concep¬tos nación o país, sino que se aceptan por más amplios los de áreas geográficas, con lo que ni se entra ni se sale en discriminaciones localistas. Por eso pasó lo mismo con Belice y Hong Kong y las Malvinas, que también lucieron sus banderas y el himno inglés, «Vod save the queen» exactamente igual que con Gibraltar, y me imagino que los leones de esas áreas geográfi¬cas mencionadas también tendrán sus corazoncitos patrióticos, tal vez me¬ nos impulsivos digo yo, en mi afán de dar al César lo que es del César, sin postular ninguna actitud en el tema.

A la luz de lo dicho es muy importante pensar que el Leonismo es un movimiento universalista, sin más preocupación que el servicio, por eso, es naturalmente, apolítico y aconfesional. Para mi, la cosa no tiene ningún tremendismo, esa es la verdad.

Y comparto por entero la serenidad de nuestro Gobernador Sagone, tan enamorado de la filosofía leonística, y siempre tan leal con todos, a quien en este momento en que escribo me parece estarle viendo, como tantas otras veces en la realidad, sacar su cachimba, verter ceremoniosamente el tabaco de hebras, apretarlo con el dedo pulgar encenderla y producir la suave nube de humo envolvente de su noble cabeza calvorota y barbuda como de apóstol del Leonismo español.

Y aquí termino mis impresiones necesariamente concisas de lo que es y ha representado la asombrosa, sin duda, una de las mejores entre las cinco que tuvo ocasión de asistir.

ORLANDO Y DISNEYWORLD

Tan feliz corno los anteriores vuelos resultó la etapa de Nueva Orleans a Orlando aun con la nota preocupante de haber quedado atrás, con exceso de peso para el avión, nuestras maletas, con lo que tuvimos que perder un par de horas en el aeropuerto de Orlando.

La espléndida vegetación de Florida se nos muestra nada más llegar, con su prodigioso marco natural pleno de magníficas plantaciones de cañas de azúcar, naranjales y viñedos, si bien, la primordial riqueza del Estado de Florida es sin duda la derivada del turismo.

Al atardecer llegamos al simpático Carlton House, que es como un albergue de carretera español, pero de mayores dimensiones. Está próximo a Orlando, punto intermedio entre el Mundo de Walt Disney y el Jardín de los Cipreses dejando a un lado la maravillosa urbanización «Buena Vista Village» netamente americana en su concepción y tan distinguida y acogedora en todas sus instalaciones y tiendas de verdadera categoría.

La visita a Disneyworld fue de día completo. Su fabuloso montaje es, de verdad inimaginable. La irreal convivencia con los personajes famosos que creara el mago de los dibujos animados, se traduce en variadísimas atraccio¬nes propias para pequeños y mayores.

En este asombroso parque vivimos horas de ensueño, rotas al final por una tremenda montaña rusa, en la que tuvimos la ingenuidad de subir, sin imaginarnos la barbaridad de desniveles y violentos cambios de direcciones cubiertos con increíble velocidad. ¡Si el sistema nervioso de cada uno pudiera hablar!

Al día siguiente, Cypress Gardens, nos mostró la maravilla de sus jardines tropicales, sus canales y lagos de ensueño, siendo de admirar las bellísimas demostraciones de esquí acuático por parte de conjuntos tanto femeninos como masculinos.

Pero lo que yo quería decir es que, tanto Disneylandia como en el Jardín de los Cipreses, todo está preparado con innegable buen estilo para satisfac¬ción del turismo, a la vez que para incrementar esa riada de dólares que les llega con firmeza a lo largo de todo el año, como feliz resultado de una inversión tan grande como bien planificada.

El regreso de esta divertida excursión, ya camino del Carlton, supuso un delicioso paseo vespertino, durante el cual la espléndida vegetación nos acompañó brindándonos la grata presencia de tan prodigioso marco natural, al que bien pronto nos acostumbramos como si lleváramos una larga tempo¬rada en Florida.

Por la noche, cena agradable en una sala de fiestas de clásico ambiente americano, con espectáculo de buen gusto y actuaciones artísticas bastante atractivas, lo que vino a constituir el delicioso final de nuestra gratísima estancia en Orlando.

PUERTO RICO OTRA VEZ

Y nos encontramos ya ante el penúltimo vuelo camino de San Juan de Puerto Rico, un tanto cansados por el ajetreo de las últimas jornadas, pero dispuestos a resistir y a olvidarnos de la sobrecogedora montaña rusa de Disneylandia, y cubrir los tres últimos días de viaje, con alegría de agotar el programa y acariciando la inefable ilusión de irnos acercando a España.

La primera noche, fiesta generosa en la residencia: de los Bird. Un sitio ideal y un magnífico chalet con maravillosa evocación española en todos sus detalles. Jorge Bird, su esposa e hijos se desvivieron por agasajarnos en horas memorables en las que conocimos la infinidad de recuerdos del pasado presidente internacional, que tan honda huella dejó en el Leonismo mundial. Gracias presidente, por aquellos felices momentos que tanto promovieron nuestra gratitud. Y que sea por muchos años.

Al día siguiente recorrido por la ciudad, que está preparada para celebrar en estos días el XXV aniversario de su calificación de «estado asociado» de los Estados Unidos. Fue en 1.952 cuando el Congreso de Washington declaró a la antigua colonia española corno estado libre asociado a EE.UU. con administración y legislatura propia, pero sin ejército ni política exterior independiente.

Visitamos la fortificación del Morro y la Universidad, que tiene su sede en Río Piedra, muy próxima a la ciudad. A pesar de las innovaciones del progreso, las huellas de España perduran como estampas coloniales. El Castillo del Morro, es el más antiguo de cuantos formaban el centro del sistema defensivo de San Juan. Originariamente fue llamado San Felipe del Morro, en honor del rey Felipe I I l. Tiene todas las apariencias de una ciudadela viviente y su misión era proveer un tipo de defensa vertical, con niveles de fuego hacia la entrada del puerto.

El antiguo San Juan está situado al extremo de una isleta rodeada al norte por el Atlántico y al sur por las aguas de su hermosa bahía. El histórico puente de San Antonio une la isleta a la tierra firme. El guía nos ha dicho que el azúcar, el café y el tabaco son los principales productos exportados y que en la isla viven tres millones de puertorriqueño, y un millón reside en los Estados Unidos.

La vista de la ciudad desde el puerto es realmente agradable, pués debido al declive natural del terreno el conjunto de los edificios adquiere la forma de un anfiteatro asentado en inclinada posición. Lo que más destaca es el formidable cerco de murallas y castillos que enmarcan la ciudad. La combinación de casas antiguas y modernas rompen la monotonía del paisaje y le da a San Juan un carácter pintoresco y atractivo, en el que a veces dice más la ternura que se esconde en un rincón solitario que un edificio colosal. Y finalizó esta visita con una idea prestada. Se la debo a Ortega. Es aquella en la que afirma que lo importante de los viajes es saber quedarse con la esencia estética que nos aportan.

DESPEDIDA

Por la tarde el gran salto hacia Madrid. Llevamos en la mente un balance muy positivo de estos catorce días americanos. Yo le llamaría un viaje muy completo, por vuelos felices, hoteles muy estrellados, excursiones satisfactorias, ningún incidente y sobre todo un gran contenido leonístico en nuestra Convención, todo lo cual constituye un enorme éxito en estos días que vivimos, en los que el mundo no es precisamente un campo de rosas... El horario se cumplió con exactitud y ya estamos en Barajas. Apremia el punto final, aun cuando hayan quedado muchas cosas inéditas pero temo aburrir.

Así pués, voy a terminar, pero antes de apagar 1a luz quiero, como final feliz, despedirme, de mis pacientes lectores al modo de los clásicos, cuando escribían aquello de... «y pido perdón a todos por los muchos errores cometidos en el curso de estas líneas».

Realizado 01/06/2010 copiado del "Leonismo Español" del Año VII , Núm. 1